El síndrome del impostor.
Si eres un artista multimillonario y reconocidísimo en el mundo entero y estás leyendo esto, cosa altamente improbable, que sepas que no tienes el síndrome del impostor.
No tienes el síndrome porque realmente eres un impostor.
Y me explico.
Si en los conciertos llevas una banda, por mucho que te rodeen aduladores, periodistas entregados a tu causa o fans, sabes que son mucho, muchísimo mejores músicos que tú.
Que en realidad, tus gorgoritos como cantante o tus letritas o cancioncillas no son más que un producto que la gente la consume en base a factores como la persistencia en la venta del mismo, la suerte y la inversión masiva en publicidad.
No pasa nada. El mundo se mueve en base a la economía de mercado y la gente es cada vez más ignorante y necia.
Pero son dos cosas distintas, el arte y la cultura basada en el talento y el conocimiento, y el mercado del entretenimiento.
A veces sucede que pueden confluir ambos mundos, pero no es lo habitual.
Puedes pensar que porque millones de personas te sigan fervorosamente significa que lo que produces tiene calidad artística. No es así. Lo que sigue la gente está basado en los tres puntos que mencionaba antes.
Te pongo varios ejemplos de que la métrica de seguimiento, más que suponer algo positivo en la calidad, es más bien lo contrario:
– El restaurante más frecuentado en el mundo es uno de hamburguesas que tiene un efecto negativo en tu salud.
– La tercera bebida más consumida en el plante por detrás del agua y del té, es una bebida carbonatada que es capaz de eliminar el óxido de los tornillos. Imagina como le sienta a tu intestino.
– Presidentes de gobierno mediocres, corruptos, necios, ignorantes, de numerosos países son votados de manera entusiasta por legiones de personas.
Y el último ejemplo, en la disciplina musical, una de las canciones más conocidas, cantadas, bailadas y traducida a decenas y decenas de idiomas es «La macarena», cuya letra podrás entender mejor si has vivido en España en la segunda mitad del siglo XX, es lo más rancio, machista, simplón y ridículo que se ha escrito nunca.
La calidad artística y el éxito social son dos cosas absolutamente diferentes y ambas se pueden medir objetivamente.
El nivel artístico de la música masivamente consumida es al arte como sumar y restar es a las matemáticas.
Habrá alguien que dirá «¡Pues a mi me gusta tal y cual!». Bien. Nada que opinar al respecto.
Los gustos son como los culos, cada uno tiene el suyo.
Esto sólo es un apunte para empezar a superar la equivalencia entre reconocimiento y talento.
Nos vemos en la próxima.